sábado, 24 de noviembre de 2018

HUÉRFANOS ADULTOS

      
ME QUEDÉ  SIN MAMÁ
Los huérfanos adultos solemos pasar desapercibidos para mucha gente. Es como sí eso de perder a un padre, a una madre o finalmente a ambos fuera algo trivial y fácil de superar. De manera que nadie habla de ello y cuando nos ocurre nos solemos consolar diciendo: “es ley de vida”.
Pero lo cierto es que cuando en el estado de madurez,  nos quedamos sin padre o sin madre, nuestra vida emocional atraviesa una situación de grave dolor. La ausencia definitiva de las personas que han sido nuestro sostén o nuestro modelo de vida, incluso cuando creamos que no han ocupado un lugar preferente, o su ejemplo de vida no es el que queremos seguir, nos produce un cúmulo de sensaciones nunca experimentadas y difíciles de entender.
Decirse a uno mismo:
¡Me he quedado  sin papá! O ¡Me he quedado  sin mamá!
es como querer gritar sin tener la fuerza suficiente como para que alguien te escuche y  creer que no habrá consuelo.

Hace un mes que perdí  a mi madre.

Durante este tiempo he tratado de seguir haciendo mi vida, poniendo ánimo y fuerza, qué son las palabras cariñosas que recibí de muchos de mis seres queridos para afrontar su pérdida.
Pero algo extraño está sucediendo en mi interior, es algo así como pequeños cambios, que me están colocando ante una perspectiva diferente, en la que me cuesta identificarme.
Es como si mi “yo”,  ahora fuera” otro yo”.

Que nadie se alarme,  porque creo que todo esto es normal. Pero es que en nuestra sociedad  se habla tan poco de sentimientos y se le da tan poquísimo valor a la pérdida de la vida, que pasan desapercibidas experiencias tan importantes como está, que nos ponen delante de una realidad:
la de que somos seres frágiles y que nuestras horas de vida están contadas.
Por ello aprovecharé los próximos meses pero ir describiendo la vivencia de sentirse huérfano siendo adulto.Espero servir de ayuda a las personas que como yo se enfrenten a la pérdida de sus padres o madres siendo personas adultas.